Un joven, nacido en un pueblecito de Cuenca se ve abocado un buen día a asesinar a un viejo rencoroso y borracho que hizo matar a su abuelo al terminar la guerra. Bueno, no exactamente abocado, sino predestinado más bien. A partir de ese día, el muchacho sin nombre descubre que tiene una habilidad especial para arreglar cierto tipo de problemas que solo tienen una solución, la solución final. Así que a pesar de los esfuerzos de sus padres por hacer de él un chico con un porvenir en la medicina, él se convierte más bien en un profesional de todo lo contrario. Después de un par de errores de juventud va a parar a la cárcel donde un hombre muy especial, el señor Durán, repara en él y le somete a alguna que otra prueba para saber su grado de confianza. El joven sin nombre consigue salir adelante y de la noche a la mañana, ya en la calle, se encuentra en nómina de una gran empresa, o más bien dicho, trabajador autónomo con un solo cliente. Matar se convierte para él en un arte que no tiene nada de emocionante, solo es trabajo hasta que comete un error, o digamos que sufre el error de otro cuando asesina a René el Francés.