Durante sus dos milenios de historia, la ciudad de Barcelona ha sido sin duda la más importante vía de entrada a la Península Ibérica desde Europa y desde el Mediterráneo. Qué duda cabe que ha sido su situación geográfica la que finalmente se impuso a la Tarraco romana o al magnífico puerto de Sant Feliu de Guixols y ya en la baja Edad Media era la ciudad más importante del este de la Península y camino obligado de la entrada desde Europa. Esa situación ha hecho de Barcelona punto de tránsito de ideologías, comercio, contrabando, guerras y política en general, siempre bajo la influencia de los movimientos llegados desde el norte de Europa o a través del Mare Nostrum. Una época especialmente turbulenta y determinante para el desarrollo de la ciudad fue la primera mitad del siglo veinte, la Gran Guerra 1914-1918, el tenso periodo de entreguerras, la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial y los duros años posteriores significaron para Barcelona un periodo histórico lleno de acontecimientos, de enfrentamientos y de trasiego de activistas, agentes secretos, políticos, especuladores y personajes variopintos que hicieron de Barcelona la «ciudad de los espías» como anunciaba la exposición del Museo de Historia de Cataluña en 2018.
Ciudad de espías y traidores
