Políticamente Cataluña ha formado parte siempre de España, desde la Hispania romana hasta la fecha actual pasando por los reinos visigodos, musulmanes, cristianos, las dos repúblicas y la ocupación francesa. Que alguien, en todo su derecho, piense que Cataluña no es España es una opción política fruto de la educación, de la ideología llamada nacionalismo e incluso del rechazo a los sucesivos gobiernos establecidos en Madrid. Todo ello no es óbice para que la realidad objetiva siga siendo la misma: Cataluña forma parte de España como lo reconocen las Naciones Unidas, la Unión Europea y las diversas embajadas de decenas de países de todo el mundo que así lo aceptan.
Una de las principales causas de rechazo hacia España es el hecho de que la derecha española, o españolista, no acepta que Cataluña, con todos sus derechos culturales, forma parte de España. Esto, que parece una incongruencia, no es más que el rechazo de esa derecha cavernícola que ignora que en la Edad Media a este país se le llamaba “las Españas”, así, en plural, porque era evidente la existencia de Galicia, Euzkadi (o Navarra), Cataluña (con Valencia y las Baleares) y Castilla, todos estos enclaves con cultura semejante, pero no igual y con idiomas diferentes, tres derivados del latín y uno, el vasco (o euskera) muy anterior. Esa realidad hizo de España un caso algo diferente y difícil de componer cuando a finales de siglo XVIII se inventó el concepto de “nación” (porque es un invento de la Revolución Francesa) que se opuso al de “reino” que había funcionado hasta entonces. Esta falta de conocimiento, de sentido común y de cultura de los “nacionalistas” “españolistas” ha hecho que en Cataluña y Euzkadi se haya ido gestando el mismo “nacionalismo” adaptado a su idioma que es la única diferencia con el resto de España.
Cataluña no ha formado nunca un “reino” propio ni ha sido independiente, y en un corto periodo en 1640 se declaró vasalla del reino de Francia en pleno enfrentamiento civil, “la guerra del segadors”. Curiosamente fue un acercamiento a la casa reinante en Francia, los Borbones. El mito nacionalista catalán de 1714, calificado siempre como “guerra de independencia”, “invasión de Castilla” y pérdida de las libertades, es una manipulación histórica de tal magnitud que cuesta trabajo creer por qué se acepta sin más. Lo sucedido entre 1701 y 1714 en España (incluida Cataluña) fue una guerra dinástica y el papel de Cataluña fue que, mientras a la muerte de Carlos II la alta burguesía y la nobleza juraron fidelidad a Felipe, pretendiente Borbón, posteriormente traicionaron el juramento y se pasaron al pretendiente austriaco. Eso, en aquella época, era impensable y de ahí la campaña de Felipe de Borbón contra Cataluña y la represión desatada cuando tomó Barcelona.
La cerrazón de la derecha española (de la que una buena parte es catalana) ha impedido siempre que se reconociera la multiculturalidad de España y un ejemplo es el absurdo de cambiar el nombre de Real Academia de la Lengua Castellana por el de Real Academia de la Lengua Española lo que dejó fuera claramente al euskera, gallego y catalán. Si lo que se habla en Euzkadi, Cataluña y Galicia no es “español”, ¿de dónde es? Eso quiere decir por lógica aristotélica que Euzkadi, Cataluña y Galicia no son España. Claro que algún elemento que roza la cultura de las cavernas se le ha oído decir: “Asturias es España y lo demás tierra conquistada”.
La petición de independencia para Cataluña no se la creen ni los que la piden. En realidad se trata de un argumento de lucha política para obtener más poder bien para la derecha y sus negocios, bien para la izquierda pequeño burguesa sin poder en Madrid y el gobierno central.
No hay que ser muy listo para comprender que ni España, ni ningún país europeo (y alguno de fuera de Europa) aceptarán nunca la independencia de Cataluña porque no habría motivos para negar la de Euzkadi, Galicia, Valencia, las Baleares, Cartagena, Canarias, Ceuta, Melilla, el Valle de Arán y puede que alguna más. La descomposición del Estado español. De ahí podríamos pasar a Francia donde también Alsacia, Lorena, Bretaña, etc, podrían pedir lo mismo. Y no hablemos de Italia o Alemania con apenas cien años de unidad. Sí, claro, se han dado casos como los de Checoslovaquia, la antigua URSS o Ucrania. Sí, un magnífico ejemplo para los independentistas.
Finalmente, a mi juicio, no queda otra que recuperar la frase de José Ortega y Gasset en el Parlamento de la República: “Yo sostengo que el problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar”.