¿Israel?, ¿Palestina?

El pasado día 22 tuve el honor y la satisfacción de participar en la charla sobre el conflicto Israel/Palestina y su reflejo en la novela. Ni que decir tiene que solo el nombre de la mesa, en la que hablé junto a Pere Cardona, Laura Manzanera y Charo Gonzalez causaba ya una cierta expectación pues no íbamos a hablar solo de la génesis de un problema que ahora se está intentando “solucionar” a tiros sino que íbamos a entrar en cuestiones secundarias o fundamentales, según se mire, como el personaje, la novela y el papel de la mujer. Asunto arduo y difícil. Tras la exposición de los hechos de los últimos años y de los nombres de hombres y mujeres dedicados a la información y a la plasmación en la literatura y la creación audiovisual, entramos en la charla propiamente dicha sobre el problema y ahí empezó de verdad el debate. Aquí, en este blog yo hablo de mis ideas y de mi postura, no del debate en sí o de lo que piensan otras personas lo que a veces me deja un poco aislado, todo sea dicho. ¿Eres partidario de Israel o de Palestina? o mejor todavía ¿eres partidario de los judíos o de los musulmanes? o más difícil todavía ¿de los israelíes o de los árabes? Lo primero que me viene siempre a la cabeza es aquella frase de Winston Churchill cuando tras una tensa reunión con los representantes franceses al término de la guerra un periodista le preguntó: “¿Qué opina usted de los franceses?” y Churchill le respondió: “Lo siento, pero no los conozco a todos”. Para mí, israelí o palestino es un nombre colectivo que no aclara nada, no es lo mismo Itzak Rabin que Netanyahu, ni es lo mismo Arafat (aunque esté muerto) que Haniya, que también está muerto. Mi pensamiento entorno a la cuestión del enfrentamiento en la antigua Palestina, el Estado de Israel, la franja de Gaza, el Golán, el Sur del Líbano o como se quiera llamar es que no tiene solución, al menos en los próximos quinientos años. Ese pedazo de Oriente Medio, la orilla oriental del Mediterráneo o como se le quiera llamar es lugar de paso de civilizaciones, escenario de guerras y de cambios constantes desde hace miles de años y no seamos ingenuos pensando que el problema es porque colocaron a los judíos allí en el año 1948. El problema es que es un lugar de paso con recursos propios, salida al mar. A eso hay que añadir los intereses económicos, rutas comerciales, el petróleo, el tráfico de armas, el capitalismo desaforado de Arabia Saudí y los Emiratos, el invento de países como Irak, Siria, Líbano y Jordania tras la Primera Guerra Mundial y ¡cómo no! la religión, esa tara política que lo envenena todo desde al patriarca Abraham al que todos dicen adorar y nadie ha puesto en tela de juicio. ¿Judíos?, ¿musulmanes? y añadamos a eso la agresividad del Irán chiita o de la Arabia Saudí sunnita. ¿Un solo Estado laico con judíos, musulmanes, cristianos (de sus diferentes vertientes)?, ¿dos estados, una judío y otro árabe?, ¿un solo Estado judío y Gaza para Egipto y Cisjordania para Jordania? O mejor, una solución en la que Netanyahu y Hamás están de acuerdo: echar al mar a los que sobran, es decir eliminar Israel matando a quien se resista o eliminar a los palestinos de Gaza y Cisjordania matando a quien se resista. Lo que sí tengo el honor de reconocer es que no presumo de saber la solución al problema y más vale ir reconociendo que no tiene solución.

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